Texto:
Alberto Marcos Barbado
APORTACIONES DEL MONOTIPO A LA ESTAMPA MODERNA
El
arte múltiple ha estado relacionado desde su descubrimiento con la cultura
humana y su difusión. Hasta la llegada de la fotografía las imágenes impresas
eran uno de los mejores medios de comunicación, faceta que hasta ese momento
compaginaban con una vertiente artística creciente pero escasa. A partir del
siglo XIX su uso comunicativo pasó a un segundo plano y las imágenes impresas
tomaron verdadera conciencia de su capacidad artística.
Por
esto nos gustaría destacar esas cualidades sobre las que el monotipo puso el
foco y que atañen a la experiencia gráfica, ya que es importante valorar
cómo el monotipo se enfrentó a lo múltiple dando la importancia que aún no se
había dado a la estética de lo impreso
y a las particularidades creativas de los procesos
indirectos más allá de su carácter funcional. Desgraciadamente el
desarrollo de estas cuestiones se paralizó por la opresiva y obsesiva relación entre lo reproductivo y las técnicas de impresión, por lo que hubo que esperar para su pleno
desarrollo a una sociedad más abierta, más moderna.
Aspectos conceptuales
La
unicidad del monotipo va en contra de la naturaleza de las artes de la
imprenta, de aquello que generó y generalizó su uso. Esta técnica se enfrentó a
ese lado práctico de las estampas que en su origen sirvió para divulgar el
conocimiento y más tarde incluso para ‘democratizar la posesión y disfrute de
obras de arte’. El monotipo carecía de la capacidad de reproducción y por ello su
uso subrayaba que se podían obtener estampas más allá de esta cuestión y sin
dejar de lado las cualidades estéticas de lo impreso. Centraba así la atención en
otras cuestiones importantes que
hasta el momento no estaban siendo valoradas.
Crear
una estampa es algo que va más allá de lo múltiple. La multiplicación de
imágenes ha sido, y sigue siendo, una característica muy importante que ha
ayudado enormemente a la transmisión del conocimiento humano. Del mismo modo el
valor tradicional del arte impreso dentro del contexto artístico general ha
estado notablemente marcado por esta cualidad. Incluso cuando lo múltiple actúa
como cualidad estética o conceptual hay que reconocer su importancia. Pero no
olvidemos que lo múltiple siempre hace referencia a una idea que se repite como un patrón más o menos veces dependiendo
de las posibilidades de cada técnica. Sobre esta idea que genera la obra se pueden desarrollar las cualidades de lo
impreso independientemente del número de copias que de ella se obtengan. El
monotipo choca con la concepción clásica de la materialización repetitiva del
arte impreso, pero no se enfrenta a ninguna otra cualidad formal, conceptual o
práctica de las estampas. Tiene su particular apariencia, se obtiene mediante
los mismos o similares procesos y genera semejantes formas de actuar para
trasladar al soporte definitivo la imagen, lo que sin duda lo sitúa dentro de
lo que habitualmente llamamos arte gráfico.
Llegados
a este punto habría que plantearse qué es aquello que define el arte gráfico y hace
que sea tan diferente, a estas alturas ya está claro que lo múltiple por sí
solo no. Aquello que define al arte gráfico tiene mucho que ver con el desplazamiento[1] de la imagen durante su
materialización, durante el proceso de impresión. Este desplazamiento, necesario
e ineludible, sí está presente en todas las técnicas del arte gráfico,
manifestándose formalmente a través de una uniformidad e invariabilidad de la
imagen estampada que poco tiene que ver con el tipo de huella humana,
momentánea e irrepetible que posibilitan las técnicas directas. En la
superficie inmutable de las obras impresas la tinta da presencia a la imagen
tamizando y ‘codificando’ los efectos de la luz e imponiéndose sobre los
diferentes recursos formales en todos los puntos, lo que otorga una notable
homogeneidad a la estampa. Esta uniformidad es una de sus cualidades estéticas
más importantes y está presente -aunque de otro modo- también en el vídeo, la
imagen generada por ordenador u otras representaciones que comienzan a acaparar
el universo creativo y expositivo de las técnicas indirectas[2].
El
monotipo desde su origen hizo ver que todo esto era importante y obligó a
realizar un replanteamiento en torno a qué era verdaderamente una estampa, el
problema era que todo esto se generó en el ámbito de la imprenta (múltiple y
funcional) y probablemente por esta razón la lucha no dio frutos hasta la
llegada de la fotografía, que obligó definitivamente a la modernización de la
estampa y permitió apreciar estas obras desde otras perspectivas. Pero el
monotipo planteó el debate dos siglos antes y contribuyó notablemente a dilatar
la idea que se tenía del arte gráfico ya desde la etapa pre-fotográfica[3].
Otros aspectos reproductivos
Por
otro lado el monotipo nos aporta la posibilidad de generar estampas desde el
concepto de serie si queremos saciar ese anhelo de reproducción de una ‘misma’
idea. Las series son la falsa
multiplicación de una idea, con un punto de partida semejante –no igual- y
que por lo tanto generan imágenes siempre diferentes en lugar de una edición propiamente
dicha[4].
Muchos
de los artistas que han trabajado la técnica se sienten atraídos por esta
posibilidad de trabajar modificando la idea a lo largo de toda una sesión de
trabajo. Esto aporta a la estampación conceptos ligados a aquellos que se
comenzaron a valorar en el arte en la segunda mitad del siglo XX, en los que
era tan importante el proceso en sí como el resultado obtenido[5]. Toda esta
aportación al concepto de serie nos la da el residuo de tinta que permanece en
la plancha tras la impresión, y que sirve de recuerdo de la imagen impresa y
punto de partida de la impresión futura. Al hacer esto con el residuo de un
monotipo carecemos del esquema fijo y repetitivo de la huella grabada, por lo
que es más sencillo experimentar libremente.
Aspectos procedimentales
El
proceso inmediato a través del que la imagen es llevada a cabo con el monotipo implica
un gran ahorro de esfuerzos y medios, acercando los procesos directos e
indirectos de forma ciertamente interesante. No es tan directo como el dibujo o
la pintura, ni tan indirecto como las artes gráficas.
En las técnicas múltiples cuando un grabador crea una imagen lo que hace es trabajar primero un “bajorrelieve” con la forma. Esta forma no tiene color, es solo un contenedor, una estructura que se llenará de tinta más adelante. La obra final es la suma de esa estructura y del color que va a hacer que tenga presencia ante nuestros ojos, por lo que cuando grabamos la huella en realidad trabajamos fundamentalmente la forma de los grafismos. Hasta que la obra no se imprime no sabemos si los pasos dados han sido adecuados o no, el grabador imagina el aspecto que tendrá la estampa pero no puede verlo hasta imprimir la imagen final.
Por esta razón a veces el proceso impone modos de trabajar que pueden desembocar en obras fascinantes, mientras que en otras ocasiones el resultado puede ser desalentador dado el modo en que se materializa la obra, lo cual es muy interesante pero a veces otorga demasiada importancia a la técnica. La experiencia facilita esta tarea, pero el peso de la técnica está siempre presente pudiendo enfriar el proceso notablemente.
En
el monotipo la creación de la forma y la aplicación del tono se aúnan, con lo
que el medio es más espontáneo. La imagen que hacemos es creada directamente
con los elementos que intervienen en la estampación, con la tinta. Como
consecuencia el resultado final es mucho más fácil de obtener e imaginar que en
otras técnicas. La frescura que esto permite al trabajar es otra de las aportaciones
de este medio. Del mismo modo tampoco puede decirse que sea una simple técnica
de estampación ya que al imprimir un monotipo también damos forma a la imagen,
lo cual no tiene nada que ver con el simple entintado de una matriz grabada.
Aspectos plásticos
Por
otro lado está el tipo de mancha plana que se consigue estampando una
superficie lisa sobre el papel, ya que esto produce imágenes muy diferentes a
las de la mayoría de técnicas reproducibles (no así respecto a la litografía).
Al aplicar la presión el papel recoge la tinta sin adentrarse en ningún hueco,
lo que se traduce en una mancha plana, muy diferente de aquella que se potencia
aún más mediante el pequeño bajorrelieve formado por las zonas de imagen/no
imagen en la matriz grabada. No debemos obviar que estas cuestiones influyen de
manera notable en la reflexión de la luz que incide sobre la superficie de la
estampa y que las sensaciones que provoca un tipo u otro de mancha son muy
diferentes.
Los tonos más densos pueden ser muy intensos, ya que las masas de tinta en una superficie plana siempre favorecerán más el efecto de brillo superficial que el de reflexión difusa (más aterciopelado), lo que sitúa la pureza de los colores en un plano de intensidad y luminosidad muy atractivo. Por su parte el aguatinta o la puntaseca, por ejemplo, ofrecen esos matices mucho más aterciopelados por la irregularidad que provoca en el papel la estampación bajo presión de la huella de la matriz.
Como sabemos todo esto depende de muchos factores y se puede variar modificando las cualidades de la tinta o del sustrato (papel o cualquier otro material) sobre el que está impresa la imagen, pero en líneas generales la impresión planográfica afecta de este modo a la estampa.
El
monotipo nos da unos resultados fascinantes en la valoración de volúmenes y
sombras permitiendo pasar del tono más luminoso al más profundo por el uso
libre de la tinta como único elemento que compone la imagen. No se necesitan
más elementos para generar la obra, por lo que su intensidad y poder de
atracción es muy notable[6].
Solo
teniendo en cuenta sus particularidades el monotipo podrá dejar de parecer la
pobre versión de otras técnicas. Es indudable que su alcance va mucho más allá
de sus orígenes y los estigmas que siempre le han acompañado. A lo largo de la
historia ha sido una de las técnicas que más ha llamado la atención sobre las
cualidades específicamente artísticas y creativas de la imagen impresa. Un
medio que siempre estuvo esperando a que lo múltiple dejara espacio para
valorar otras cuestiones que están por encima de lo funcional, que atañen a la
obra impresa y que no deberían ser puestas en un segundo plano. El futuro de
este tipo de obras pasa porque lo múltiple comparta asiento con otras muchas
cualidades que definen y engrandecen al arte gráfico.
[1]
FERNANDEZ-CID, M. “Referencias”, entrevista
a Jesús Pastor en Grabado y Edición, Nº 40, (Sep. 2013). Pp. 22-31.
[2] La
misma unidad formal de la que
hablamos se da en la traducción en puntos de luz que ofrece la pantalla de
televisión, ordenador, etc. o en las impresiones generadas mediante aparatos
electrónicos e impresoras de todo tipo.
[3]
Otras técnicas –monoimpresiones- se usaron también sin un objetivo reproductivo
práctico, pero desde las posibilidades de lo múltiple más que desde la
valoración de las cualidades estéticas y creativas del arte impreso per se (aunque
esto pudiera también existir en un segundo plano).
[4] No
obstante debe quedar claro que aunque reflexionar sobre estas cuestiones es
interesante, el monotipo no debería “aspirar a la multiplicación” de imágenes por
el hecho de haber nacido en el ámbito de la imprenta.
[5] MARTINEZ MORO, J. “Un
ensayo sobre grabado (A finales del siglo XX)”; Ed. Creática, Santander 1998. p. 138.
[6] MARCOS
BARBADO, A. “El monotipo. Análisis, fundamentos y nuevos desarrollos”, Tesis
Doctoral leída en la Universidad de Granada, 2013. Pág. 52 y siguientes.
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