Por comparación con otros tipos de sistemas de creación de imágenes impresas ya hemos señalado que el monotipo puede ser entendido dentro de unas premisas de libertad creativa, riqueza y variedad de resultados que están por encima de cualquier otra técnica.
En primer lugar hay que tener en cuenta ciertos ASPECTOS TÉCNICOS, como la superficie plana en la que se crea la imagen, lo que evidentemente va a influir en el acabado, o el proceso directo e inmediato a través del que la imagen es llevada a cabo, lo cual se refiere a la no utilización de costosos pasos a seguir para fijar la imagen a la matriz. Por otro lado trabajar sólo con tinta o los elementos que conforman en sí la imagen va a subordinar todo el proceso a nuestro conocimiento de las posibilidades y propiedades de la tinta (vehículo, diluyentes, pigmento, etc.) y el papel (color, brillo, absorción, lisura, etc.).
De estos aspectos se deriva una APARIENCIA PLÁSTICA determinada: el tipo de mancha plana que se consigue a través del estampado de una superficie lisa a otra. No produce el mismo efecto visual una mancha plana que aquella que se produce mediante una diferenciación física de los puntos que conforman figura y fondo. El monotipo puede darnos unos resultados muy ricos en cuanto a la valoración de volúmenes y sombras, porque permite pasar del tono más luminoso al más profundo con un registro muy adecuado de sus cualidades. Cuando no necesitamos más que tinta a la hora de dar la valoración tonal su intensidad, y poder de atracción es mucho mayor. La tinta pasa al papel, que es el elemento luminoso sobre el que se deposita la imagen final, su claridad es determinante a la hora de valorar los tonos de la imagen. La transparencia de ésta se realza o disminuye por la acción del papel de impresión.
En cuanto al CARÁCTER ÚNICO del monotipo, es evidente que va en contra de la naturaleza del grabado y las artes gráficas, nacidas con el propósito de poder ser multiplicadas, Pero conceptualmente todos estos múltiples hacían referencia a una misma “idea única”, un modelo repetido, y hoy día no es ésta la principal característica que define una estampa.
Describiremos ahora los tres procedimientos que habitualmente se usan dentro del medio. Por las diferencias a la hora de obtener resultados comúnmente se suelen distinguir estos tres métodos: el aditivo, el sustractivo y el trazado.
EL MÉTODO ADITIVO
El proceso consiste en aplicar la tinta sobre un soporte liso, como puede ser el cobre, el cinc, el acetato, el cristal, etc. mediante cualquier herramienta que permita la creación de imágenes con el acabado que deseemos, para más tarde proceder de manera común a su estampación, manual o con tórculo sobre un papel. Lo que es muy sencillo o complicado en la práctica en función de nuestras necesidades o exigencias. Sobre esta explicación entran en juego numerosos factores que pueden hacer que el proceso se complique.
Monotipo aditivo estampado con tinta roja, gris y verde sobre papel amarillo y negro
Está claro que cuando trabajamos la imagen la pintura debe estar fresca, pues sus cualidades físicas de adherencia van a permitir el posterior paso de la estampación. En la pintura muchas veces se acostumbra a trabajar la imagen sobre una capa de materia seca para obtener una superposición tonal determinada. Esto no es posible en el monotipo y es una de las razones que le dan frescura. Al no poder trabajar una imagen durante largo tiempo estamos obligados a afrontar con un mayor desenfado la creación, lo que modifica nuestro acercamiento a la obra y el modo de lograr las metas que nos planteemos.
Detalle de un monotipo aditivo
Emplear tinta calcográfica u óleo, que suele ser lo habitual, nos va a posibilitar borrar y volver a empezar el total de la imagen o las partes que nos interesen, porque las pinturas oleosas retardan el secado manteniéndolo en unos tiempos largos que facilitarán el proceso. Por lo general se recomienda una pintura o una tinta a la que se le haya añadido un disolvente o algún aceite que permita trabajar los medios tonos con mayor facilidad y alargar su número considerablemente y con menor esfuerzo. Mientras que para aquellas zonas que se reserven los negros es conveniente una tinta o pintura más densa.
EL MÉTODO SUSTRACTIVO
Si en el anterior apartado veíamos la técnica de creación que más unida estaba a la pintura en sentido práctico, en la que nos ocupa vamos también a ver ese carácter pictórico, sobre todo por aspectos compositivos y procedimentales. Esto se debe a que trabajaremos de los tonos más intensos y puros a los más claros, con lo que ese restar materia nos ayudará a componer las escenas de un modo más general. Desde una idea de conjunto en la obra iremos obteniendo los detalles.
Monotipo sustractivo sobre papel azul
Aplicamos a la plancha una capa de tinta uniforme mediante un rodillo y trabajamos luego sobre esta superficie levantando la tinta en aquellas zonas en las que se deseen obtener luces y dejándola en las zonas más oscuras. Es una especie de manera negra por así decirlo, con lo que podemos hacernos una idea de las capacidades plásticas que tienen estas imágenes. La creación de la imagen que se persigue se puede realizar mediante todo tipo de útiles de dibujo que consideremos oportunos. El entintado de la plancha, es conveniente realizarlo con un rodillo de modo que la tinta se reparta por toda la superficie en una capa fina, pero consistente, y que respete los tonos más profundos. Para lograr determinados efectos otros recursos pueden ser interesantes.
Monotipo sustractivo sobre pulpa roja
Con pequeños toques de luz se acentúa más si cabe la luminosidad de los claros por contraste con los negros que les rodean. Los blancos parecen iluminarse con una fuerza mucho mayor en su oposición con el tono general del fondo. Su uso está ligado a las valoraciones de manchas planas que ofrecen la posibilidad de enriquecer la imagen a través de su oposición con la luz. En ella la línea, si se desea, tendrá una mayor importancia que en el monotipo por adición, dado que en principio es más sencilla su realización. Es un ejercicio muy interesante para aprender a valorar la obra de manera global, sin perderse en los detalles[3].
EL MÉTODO TRAZADO
“...Con un rodillo se cubre una hoja de papel ordinario con tinta de imprenta; después en otra hoja colocada encima, se dibuja lo que uno quiere, cuanto más duro y fino el lápiz (y el papel), más fina será la línea...”
Carta de Gaugin a Gustave Fayet, Marzo de 1902.
Como nos explica de primera mano Gauguin, el monotipo trazado no es ni más ni menos que eso, una transferencia de tinta a través de un soporte, un papel o cualquier superficie plana que permita la aplicación de una capa de tinta mediante un rodillo. Ésta se transfiere a otro dispuesto encima y por razón de la presión ejercida con cualquier útil de dibujo en el reverso, un lápiz es lo más normal por su dureza, textura y la finura de su trazo. Es quizá el procedimiento de estampación más práctico y sencillo que se puede llevar a cabo para lograr una imagen. Por la presión del lápiz sobre el dorso del papel éste se pone en contacto con la superficie entintada y recibe la tinta que se transfiere mediante la presión.
Monotipo trazado con tinta negra sobre papel blanco
En el monotipo trazado vamos a valorar las imágenes desde una casi obligada traducción de las formas en líneas. El principal inconveniente del uso de manchas está en que la presión a través de la cual se realiza la impresión es muy costosa al ejercerse manualmente por obligación. Sin embargo cuando dibujamos líneas se reduce la superficie y se imprime con mayor sencillez y calidad. De este modo se traza una línea en el papel para la impresión semejante a la que traza el elemento o útil de dibujo empleado para crear la imagen.
Monotipo trazado, detalle
El monotipo abre nuevos territorios en el campo de la gráfica al permitir una mayor mezcla de procesos desde el momento en que la imagen es ideada. Materializar la idea es en él lo mismo que crear y entintar la imagen en otras técnicas. Por ello afrontaremos el hecho creativo desde nuevas perspectivas, estaremos obligados a abandonar la idea de múltiple a favor de la experiencia plástica. Esto aporta a la estampación conceptos muy en la línea de aquellos que se comenzaron a valorar en el arte a partir de los años cincuenta, en la que interesaba tanto el proceso en sí como el resultado obtenido. Un nuevo mundo de posibilidades en el tratamiento de la imagen estampada se abre ante nosotros, ya que ésta puede ser empleada como medio o como fin dependiendo de nuestras necesidades creativas.
Hoy en día, tras muchos siglos de búsquedas y de pretensiones de autonomía no podemos seguir defendiendo la estampación como un mero sistema de reproducción de obras, de manera que esto sea su cualidad más destacable. Está claro que fue una característica muy importante pero hoy en día hay muchas más peculiaridades en ellas. Se debe entender que las artes gráficas representan un modo de expresión muy particular desde el punto de vista de los atributos estéticos comunes a las obras de este tipo. Tienen unas capacidades que se desarrollan durante los procesos de concepción, realización y, sobre todo de impresión, que cual les transfiere una índole y características únicas como expresión artística. Esto no es nada nuevo, se descubrió y se valora desde que la aparición de la fotografía obligó a replantearse la identidad de la imagen impresa.